¿Conocés la Fábrica de artículos de boxeo Corti Sport?

El 26 de noviembre de 1954, un mendocino se presentaba en el Estadio Korakuen de Tokio ante el japonés Yoshio Shirai, para disputar el título mundial de peso mosca. Desde aquella noche, Pascual Pérez y casi todos los campeones mundiales de boxeo de nuestro país –pasando por Horacio Accavallo, Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez, Santos Laciar, Juan Martín “Látigo” Coggi, Jorge “Locomotora” Castro, Marcela “La tigresa” Acuña y Carlos Baldomir, entre otros grandes de este deporte- usaron los guantes de una marca fundada en 1938 por el ex púgil Eduardo Corti. Y los que no lo fueron, pero que todavía perviven en la memoria de los amantes del box, como lo son el “Mono” Gatica y “Ringo” Bonavena, también utilizaron la indumentaria de “Corti Sport”.

Esta empresa argentina confecciona todo tipo de artículos de boxeo con un gran cuidado en los mínimos detalles, que de otra manera no se podrían materializar en una producción manufacturada a gran escala: bolsas, botas, cabezales, guantes, punching-balls, pantalones y batas se fabrican desde hace 73 años. Diario Z se acercó hasta la fábrica, en la calle Ancaste 3501 del barrio de Pompeya, para conversar con su responsable, Rodolfo Bacigalupo. Y también, con los empleados que desde hace más de tres décadas –en algunos casos- trabajan en la elaboración de las prendas para los que practican el deporte de los puños.

“En Corti se trabaja muy complejamente porque se lo hace de manera artesanal. Entonces, no se puede trasladar a terceros parte de su producción porque se perdería el control de la calidad del producto”, declara Bacigalupo mientras muestra el taller, donde se efectúan las tareas en un ambiente distendido. 

“Me ocupo de hacer los cortes. Mi trabajo consiste en tener mucha precisión ya que todo se hace a mano”, relata Alberto, el cortador de 66 años, en medio del repiqueteo de las máquinas de coser. Él se encarga del comienzo del proceso productivo: corta las formas de los guantes de las planchas de cuero con una precisión formidable. Luego, continúa en las manos de Irene, la mesista, quien trabaja desde hace treinta años en la fábrica: “Acá se marcan los guantes y se pega el velcro. Se prepara todo para luego distribuirlo a todas las máquinas. Después del cortado, se marca, se pega la tela y se recorta al ras el cuero. Se les hace un agujero grande en la palma y se ponen en una canasta para poder ‘envivarlo’, donde se pasa el guante que queda cosido”.

Trabajan unos quince operarios que se que se distribuyen las tareas en dos turnos. El control de la calidad es exhaustivo. Si algo sale mal, se vuelve al paso anterior para remendarlo. Bacigalupo explica las etapas en la realización de los productos: “Todo nace en el corte, de ahí se va a la mesa de preparación, y tiene todo un juego de ir a las máquinas de coser y volver a la mesa varias veces hasta la terminación final, donde se hace el testeo de la calidad del guante, para ver que no tenga fallas en las costuras. El guante sale de acá directamente a arriba del ring, y ahí no tenés posibilidades de cambiar, como si fuera un tapón de un par de botines en medio de un partido de fútbol”.

Pero esta empresa familiar, pasó momentos difíciles a mediados de los años ´90. Bacigalupo rememora aquellas épocas: “Comencé a trabajar acá a los 14 años, ahora tengo 36. Empecé trabajando para mi tía, cuando ella era la dueña, como un simple empleado haciendo tareas generales. De 1999 en adelante tomamos el mando con mis dos hermanos (Beatriz y Gustavo) en momentos duros para la economía de nuestro país. Y tuvimos que salir a lucharla como les ocurrió a todas las PyMES. Recién en estos últimos años pudimos salir adelante, y agregar más tecnología de otros países, con mejores diseños. Siempre se buscó de hacer los guantes con el mejor cuero que hay en napa fina en el país. Nosotros le pedimos a la curtiembre una calidad y un espesor que tienen ser perfectos, donde la vaca no tenga cicatrices, sino eso se puede convertir en un tajo en medio de una pelea”. 

Precisamente, ese énfasis en la calidad de las terminaciones es apreciada por los púgiles de nuestro país: “Cada marca tiene su molde y su secreto. El nuestro tiene que ver con el calce del guante, que es lo que más le gusta a los boxeadores argentinos. Tiene un relleno con una goma que produce una memoria muy rápida que hace que cuando llega el impacto, la goma se comprime y hace que vuelva inmediatamente a su lugar, para que el guante mantenga la protección al impacto”, revela Bacigalupo. Y cuenta unas confidencias: “Para la película de Gatica (‘El mono’), se hizo todo de acuerdo a aquella época: los guantes se hicieron con cuero marrón que, además, era más grueso. Y a ‘La tigresa’ (Acuña) le hicimos unos atigrados. También, nos pidió unos de color rosa”.

“Gracias a la curiosidad y el interés en aprender el oficio, mirando o quedándome después de hora para aprender más, todavía continúo aquí porque es algo que me gusta. Acá fue mi primer trabajo y acá me voy a jubilar”, descuenta con una sonrisa Irene, mientras continúa con sus labores como hace treinta años. De sus manos, y las de otros tantos trabajadores, salen los guantes que utilizan muchos campeones del mundo. Y cada vez que un boxeador argentino suba al ring a disputar un título, sabrá que estará bien respaldado como “Pascualito” Pérez en aquella noche hace 57 años en tierras japonesas. 

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