Historias de la Ciudad: Club Peñarol Argentino

Al sur de Parque Chacabuco, donde se hermana con el Bajo Flores, las cuadras son tan largas que se prolongan hasta casi el horizonte, sólo irrespetado por monumentales edificios abandonados. Caminar desde las avenidas José María Moreno y Cobo hasta el corazón de esa especie de microbarrio entraña detenerse e imaginarse en la década del 90 cuando decenas de fábricas y galpones cerraron en la Ciudad.

Enclavado en el tejido industrial del sur de la ciudad, el edificio del Club Peñarol Argentino es una huella de otra época: con más de 2400 m2 y 4 plantas reúne una diversidad de actividades recreativas y atléticas muy particulares. Se practican artes marciales como el aikido y otras tres que están emparentadas con la comunidad coreana que vive en el Bajo Flores: taekwondo, hapkido y el vehemente como elegante kumdo (esgrima coreana, similar a la japonesa, el kendo). Por otro lado, está el patín, la escuelita de fútbol y la gimnasia artística. Esta última disciplina cuenta con un inmenso gimnasio de 6 metros de altura y es uno de los semilleros que abastecen al Cenard (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) de jóvenes gimnastas talentosas.

Oscar “Diente” Godoni es intendente y encargado del Peñarol. Con sus 64 años vio pasar muchas generaciones: “Vengo desde que tengo uso de razón acá, así que imagináte… El 9 de julio el club va a cumplir 78 años. Fue fundado por vecinos del barrio que mayormente eran inmigrantes que vinieron luego de la primera guerra mundial: italianos, gallegos, polacos, turcos. Un crisol de lenguas y culturas”. Luego, enseña el salón de usos múltiples y comenta que ahí actuaron “(Aníbal) Troilo y (Juan) D’Arienzo en las décadas del 40 y 50. También vinieron Osvaldo Pugliese y Julio Sosa”.

“Diente” (pide que lo llamen así porque justamente lo conocen en el barrio de esa manera) cuenta que las casas y negocios de la zona se levantaron alrededor de la ex fábrica Volcán, un enorme complejo de 8 pisos que ocupa la manzana de Hortiguera, Zelarrayán, Víctor Martínez y Cobo, y que está abandonado. “Allí se fabricaban calefones, calefactores y cocinas. Más de más de dos mil vecinos laburaban ahí. Era una romería eso… Los negocios alrededor, que hacían sanguches o te servían café, fueron creciendo. A las 6 de la mañana cuando sonaba el pito (la sirena) se levantaba todo el barrio, ya que se escuchaban hasta Av. Asamblea. A las 12 del mediodía era otro pito para comer. Después a las 5 de la tarde sonaba el último. La gente estaba acostumbrada a eso. A fines de los 80 comenzó a andar mal la cosa y empezaron a echar gente hasta que en el 90, con la apertura económica y el 1 a 1, cerró. Hubo despidos y problemas con las indemnizaciones. Gente que trabajó de 30 a 40 años, ahí adentro. Esto golpeó al barrio y por ende al Peñarol”, resume amargamente mientras prende un cigarrillo.

Sin embargo, el Peñarol persiste por el amor propio de quienes dan una mano y trabajan ad honorem. Uno de los ejemplos es el “Chipi” Antonio Barijho. El ex número 9 de Huracán y Boca nació cerca de esa zona y ahora es el director técnico de las categorías infantiles de papi fútbol, campeonas en varios certámenes.  Según Godoni los chicos de las zonas aledañas (barrios Rivadavia, Illia y Juan XXIII, y Villa 1-11-14) tienen una contención con las actividades deportivas. Y realza el trabajo de Barijho: “Él tuvo una infancia dura, entonces les inculca a los pibes que primero (está) el estudio y luego el fútbol porque pocos llegan a jugar luego en primera en algún club, inclusive muy buenos quedan en el camino. Muchos de los chicos de acá van para Huracán y San Lorenzo. Él se ocupa de cómo van en la escuela y habla con los padres. Ayuda mucho, inclusive pone dinero de su bolsillo: compra las camisetas, paga el micro”.

Por otro lado, el club cumple una función social al facilitar sus instalaciones para la práctica de educación física de más de 500 alumnos de las escuelas de la zona. En el buffet, que hace más de 30 años estaba abarrotado desde el mediodía hasta la noche no hay nadie. Como un vestigio de otras épocas, un viejo sifón y una botella marrón de ginebra reflejan la luz de una lámpara hacia la calle, tan vacía que se pierde y se dilata hasta los contornos de la ex Volcán.

Dirección: Zañartu 1547

Barrio: Parque Chacabuco

Teléfono: 4924-2111

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