Un oasis escondido en Caballito: El “Barrio Inglés”

En apenas seis manzanas se erige una zona residencial que se exhibe imperturbable frente al bullicio habitual del barrio 

Sus calles silenciosas se ocultan de los rayos de sol. Las flores violetas de los jacarandás resguardan la quietud y el silencio. Un vecino recorta la ligustrina del frente de su residencia mientras que otro pasea su perro. Se impone la tranquilidad en ésta atmósfera intimista, recelosa de las miradas de algunos transeúntes que se detienen a ver las fachadas de estas casas de principios del siglo XX.

Conocido también como “Barrio del Banco Hogar Argentino”, se emplaza entre la avenida Pedro Goyena y las calles Emilio Mitre, Del Barco Centenera y Valle. Estas distintivas cuadras se caracterizan por mantener un criterio estético, que se traduce en corredores de viviendas que todavía conservan en su exterior una apariencia de antaño. Aunque hay algunas de estilo Tudor, la mayoría presentan rasgos italianizantes o eclécticos. En esta mezcla de formas arquitectónicas, también se encuentran casas de estilo francés.

Con la llegada del Ferro Carril del Oeste, a mediados del siglo XIX, Caballito, que era una zona de quintas, sufrió un paulatino proceso de urbanización. A comienzos de los años ’20 empezaron edificarse las primeras viviendas del Barrio Inglés por iniciativa del Banco Hogar Argentino. Hay dos versiones sobre quienes fueron sus primeros habitantes: La primera, indica que residían los directivos británicos del ferrocarril. La otra señala que, en realidad, eran profesionales de clase media-alta que aprovecharon el plan de crédito hipotecario del Hogar Argentino.

Sobre la calle Ferrari y el pasaje Videla se encuentran las más llamativas. Algunas de ellas ostentan grabados los nombres de los arquitectos que las concibieron. Las de estilo italiano tienen ventanas altas con arcos pronunciados y balcones con rejas de hierro forjado. Algunas de ellas ostentan diversos ornamentos, como molduras o farolas antiguas. Por otra parte, las casonas que poseen un estilo Tudor tienen puertas estrechas y ventanas de gran altura, sus balcones son de rejas de madera y sus techos son de teja, que les dan un inconfundible aire británico.

Además de poseer escudos heráldicos, estas casas tienen en común que carecen de garages, un detalle de la época en las que fueron construidas. Tampoco poseen timbres en los portones de rejas. Para poder tocarlos, hay que traspasar los pequeños patios delanteros y subir las escaleras de dos o tres peldaños que conforman este conjunto de casas de dos plantas. Recién allí, se encuentran las puertas de entrada de madera, algunas adornadas con golpeadores de cobre y con sus timbres antiguos.

A pesar de que en el resto de Caballito la expansión inmobiliaria no se detiene, en este rincón del barrio no se permiten edificaciones altas ni modificaciones a las fachadas. La tranquilidad de las residencias contrasta con el movimiento vehicular y de personas que se produce a un par de cuadras de ahí. Asimismo, este barrio privado está custodiado por garitas de la Policía Federal. Y los pocos residentes que viven en sus manzanas, contrastan con la población total del barrio, uno de los más densamente poblados de la ciudad.

Va bajando el sol y se prenden los primeros faroles. La curiosidad puede transformarse en molestia. Hay que dejar el Barrio Inglés y sus casonas que revelan que el tiempo se detuvo hace ya mucho tiempo.

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